30 may 2011

Babedú no era gris.

Cuando Raquel estaba sola, cuando no le gustaba la compañía o cuando le reñían siempre dejaba salir a Babedú. Era como su parte fuerte, su otro nombre. Una chica atrevida, infatigable, que cruzaba abismos de un salto, se enfrentaba a dragones de nueve cabezas y no le tenía miedo a nada. Una chica sin gris.
Raquel se sentaba en una esquinita, cerraba los ojos, abría la mente y se imaginaba una escena digna de cualquier novela de aventuras en la que ella era la protagonista. Era su forma de aislarse de aquello que no podía soportar. Así, cuando los mayores la veían distraída, siempre decían: ¡ay esta niña, todo el día pensando en las musarañas! Pero no. Pensaba en Babedú, que no tenía nada que ver con las musarañas y además era mucho más bonita.
A ella todo el mundo le hacía caso. Era una heroína. Cada vez que regresaba de una misión imposible la aclamaban, envidiaban y deseaban. ¡Viva Babedú!¡Viva Babedú! Gritaban manteándola y llenos de sonrisas.
Pero Raquel tenía que regresar a la realidad, y entonces todo su mundo desaparecía y volvía a ver de nuevo la cara de su primo llena de granos, sentía los insoportables pellizcos de su tío en las mejillas y las riñas de sus padres por estar todo el día en las nubes. Al menos. Pensaba Raquel en esos momentos. Aún puedo regresar con Babedú y seguir viviendo sus infinitas historias.


El blog va a alcanzar los 1.200 
seguidores dentro de poquísimo 
y he hecho un vídeo de 
agradecimiento que  espero 
que podáis ver. Una vez más
MILES DE GRACIAS.


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