20 ago 2010

Ni en el blanco de los ojos (2)

Jacob es judío. Guarda debajo de la cama un libro que contiene palabras extrañas y que jamás ha leído. Su padre lo lee siempre al despertar y dice que le ayuda a empezar el nuevo día. Él lo ha intentado varias veces, pero las palabras son tan pesadas y difíciles que sus ojos se cierran poco a poco y el sueño le juega malas pasadas.
A media mañana cierra la ventana de la buhardilla y empieza a recitar la lección de cada martes convirtiéndolo en una rutina diaria. El verano y el invierno pasan para él como trenes que se pierden en el horizonte poco a poco. La oscuridad le rodea y hace que se sienta ciego a veces y sin saber hacia donde debe de ir.
Algunas noches, cuando oyen ruidos extraños allá fuera deben dejar de cenar y esconderse rápido debajo de la cama. Quietos, muy quietos... y saldrán después de que el ruido se haya silenciado, solo después de estar seguros.
Es Mier la que les da la comida. No tiene más que abrir el armario y la pequeña puerta cuadrada por la que se cabe a rastras.
Jacob es judío. Lleva sin ver la luz del sol más de dos años.

María es atea, pese a que sus padres digan siempre lo contrario. Guarda debajo de la cama un libro que contiene textos vulgares e ideas fantasiosas e imposibles. Su padre no lee nada al despertar porque dice que no quiere estresarse nada más empezar un nuevo día. Ella, en cambio, debe leer siempre algo... sino los ojos se les cierran poco a poco y el sueño le juega malas pasadas.
A media mañana se toma el bocadillo y sale al recreo. Poco después tendrá que presentarse a un examen de matemáticas para el que apenas ha estudiado. El verano y el invierno son estaciones siempre deseadas. La luz le da en la cara y hace que a veces parezca que ha ido a la playa.
Algunas noches, cuando oye ruidos extraños allá fuera cierran las ventanas y el silencio se apodera de nuevo de la habitación. Cuando terminan de cenar ella se va a la cama a leer un buen libro con una tenue luz de fondo y sus padres se acuestan en el sofá a ver la televisión.
Es Matilda la que les da la comida. No tiene más que abrir la nevera y dejar carne, pescado y fruta para la mañana siguiente.
María es atea. La luz del sol la despierta cada mañana.

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